martes, 24 de enero de 2012

Una colaboración esperada

Bueno, aquí os dejo un microrelato que ha escrito mi hermano y que ha permitido que lo comparta con todos vosotros...Ahora que se acerca San Valentín y que la web está plagada de posts sobre el amos y demás cosas romanticonas, aquí tenéis una muestra más de ese espíritu. Espero que os guste y no dudéis en dar vuestra opinión!
Un saludo a todos.

© Tamara Díaz
(Reservados todos los derechos)


Cuando desperté, me dí cuenta de que aún ella permanecía a mi lado. La observé atentamente y me di cuenta de una gran verdad...estaba enamorado, hipnotizado por ese ángel con cuerpo humano, anonadado por su belleza, seducido por su voz y...al fin y al cabo, maldito de amor.
                                                                                                    

                                                                                                                           Alexis Díaz.

domingo, 22 de enero de 2012

El fantasma

Después de una larga ausencia, vuelvo y os dejo un relato diferente a los que normalmente suelo dejar. Espero que os guste y que disfrutéis leyéndolo.
Un saludo y feliz domingo!

© Tamara Díaz
(Reservados todos los derechos)


Un suspiro rompe la tranquilidad de la habitación. Se siente extrañamente vacía, pero satisfecha hasta límites insospechados. El sonido del tráfico nocturno de la ajetreada ciudad de Madrid la saca de su ensimismamiento y la recuerda que debe marcharse de ese lugar. Nota el olor de la sangre extendiéndose por el habitáculo y sonríe mientras sus ojos se posan en el cuerpo despatarrado sobre una carísima alfombra blanca, ahora teñida de un extraño color carmesí.  
La puerta de recia madera se abre sin oponer resistencia y ella, con sus largas piernas y su vestido corto que deja ver más carne de la necesaria, cruza el umbral con un gesto seguro y despreocupado. La cámara del pasillo se mueve al compás del taconeo que producen sus zapatos de tacón de aguja, ella mira al objetivo, sonríe y le guiña un ojo con actitud picarona. Sabe que nadie va a encontrarla si ella no quiere.
La llaman el fantasma, porque nadie la ha visto nunca, nadie recuerda haber visto a esa mujer extremadamente sexy, de pelo rubio platino y ojos azules en la escena del crimen. Una mujer que, desde luego, no pasaría inadvertida entre la gente. Las cámaras de seguridad sólo han conseguido grabar su salida de las diferentes escenas, nunca han grabado su entrada…como si de un fantasma se tratara. Ella sonríe de nuevo mientras sus dedos enguantados pulsan el botón del ascensor, ese botón que la conducirá a la salida de aquel piso de lujo de una de las calles más céntricas de la capital española.
La mujer estudia con detenimiento la cabina del ascensor en busca de alguna cámara de seguridad que pueda grabar su huida. Nada. Los ricos son demasiado confiados para ser tan paranoicos. Llenan sus casas de cámaras y medidas de seguridad de última generación, pero prefieren mantener una cierta intimidad en los lugares comunes. Estúpidos. La mujer se lleva la mano a la cabeza y, con cuidado, retira la peluca rubia que cubre su verdadero pelo; el pequeño bolso que colgaba tentador de su cadera se convierte en una bolsa amplia donde poder esconder el pelo de su otro yo. Con cuidado y tranquilidad se quita el guante color crema que cubre su mano derecha y, tras sujetarlo entre los muslos desnudos, se lleva la mano a los ojos para quitarse las lentillas de color azul celeste. Su vestido corto y sugerente cambia por un vestido largo, de aspecto formal y poco llamativo, que cubre y oculta sus curvas.
El ascensor se detiene y las puertas se abren. Una pareja de ancianos la saluda con amabilidad, y ella responde con una sonrisa sincera en sus labios. La explosiva mujer rubia de ojos azules ha desaparecido, sólo queda un muchacha de pelo castaño y grandes ojos verdosos que mira con inocencia y camina con inseguridad, calzando unas manoletinas negras y un gran bolso negro.
Nadie podrá encontrarla jamás. Ella sonríe cuando sale por la puerta del edificio, respira hondo el aire viciado de la ciudad y, con paso seguro, se dirige al metro más cercano. Nadie ha podido pararla aún, y ella sabe que nadie podrá, igual que lo saben aquellos que contratan sus servicios.

sábado, 7 de enero de 2012

Ya no


La primera entrada de este 2012 no es alegre, ni positiva, es un poema dedicado a todas aquellas personas que sufren en silencio, que sufren al ver cómo otros les manipulan en nombre del amor, que han sido sepultadas bajo mentiras que se han convertido en sus vidas… A todas ellas sólo puedo decir: no os rindáis.

© Tamara Díaz
(Reservados todos los derechos)
Hice todo lo que pedisteis,
Os entregue mi vida, mi aliento, mis ilusiones…
Me quedé vacía, inerte, tendida sobre un mundo gris,
Pero para vosotros no fue suficiente.
Queríais más. Queríais también mis sueños,
Queríais ser los que controlaran mi mente,
Mis lágrimas, mis te quieros, mi corazón…
Quisisteis más de lo que podía daros,
Lo quisisteis y lo tomasteis mientras yo,
Silencioso cadáver en vida, observaba.
Y después de todo, después de arrebatarme mi yo,
Pretendíais que sonriera, fuese amable…
Pretendíais, ladrones de cuerpos y almas, que todo fuese igual,
Pero ya nada era igual,  porque yo no era yo,
Era una cáscara vacía, un cuerpo sin nada dentro,
Sepultada bajo los millones de mentiras que pasaron a ser mi vida,
Agobiada, claustrofóbica y, finalmente, dormida…
Ya no seré nunca más yo.
Ya mi mano no quiere moverse para plasmar sobre el papel,
Manchado de lágrimas de dolor e impotencia, mis sueños,
Esos sueños arrebatados por las mentiras,
Esa ilusión sepultada por los ultrajes de alguien,
Alguien que decía ser familia mía.
Ya no. Ya no quiero más. Ya no quiero dolor,
Ni sueños rotos, ni lágrimas ni heridas en el corazón,
Ya no soporto reír sin ganas, ni miraros con cariño.
Ya no hay nada aquí para vosotros.
Habéis logrado lo que otros no lograron,
Habéis logrado que la luz vuelva a ausentarse,
Que las fuerzas se desvanezcan,
Que sólo quede en mí un grito mudo…
Me pedisteis más de lo que podía daros,
Me lo exigisteis y os lo di.