domingo, 9 de octubre de 2011

Desvarío

Está oscuro. Realmente oscuro. No puedo ver nada a mí alrededor, solo unas sombras errantes que no consigo discernir con claridad y que me asustan más que tranquilizarme. No es la ausencia de luz lo que me preocupa. No. Hace años que vivo en una oscuridad continua y hemos llegado a un pacto extraño que me hace más fácil moverme entre las sombras; lo que realmente me preocupa es la densidad de esa oscuridad que parece amenazar con tragarme y no dejarme volver a salir.

Es una oscuridad extraña. Se me pega a la piel y me hace sentir una presión desconocida en el pecho…una sensación que no me gusta nada. Y, sin embargo, aquí sigo. De pie en la oscuridad, forzando la vista para encontrar algún indicio que me lleve de vuelta a la superficie…allí donde la oscuridad se hace menos sofocante, menos espesa…más soportable, incluso segura. Porque para mí la oscuridad siempre ha sido eso: seguridad. Una capa protectora que me cubre de esos malditos rayos de luz que se cuelan en el alma, te hacen sentir mil cosas maravillosas y luego, como si fueran bombas temporales, estallan dentro dejando tu alma y tu corazón derruidos, una zona cero de la que poco se salva y lo que se salva siempre estará manchado de negro. Odio esa sensación…la sentí en varias ocasiones antes de decidir que la oscuridad era el mejor lugar, donde esos rayos de luz no podían penetrar más que débilmente, nada amenazadores ni peligrosos. Podía mirarlos, ver su tenue resplandor y disfrutar del ligero calor que desprendían… un calor que no iba a aumentar hasta quemarme viva entre gritos silenciosos de dolor y socorro que nadie podría oír o nadie querría oír. Ahora echo de menos ese resplandor en la oscuridad. Un resplandor que me recordaba que aún seguía con vida, que aún había cosas por las que luchar…

No sé cómo me hundí tanto. Creí que lo controlaba, a lo mejor me equivocaba y yo nunca he controlado nada. Quizás pensé que mantenerme en la oscuridad había sido elección mía y no era así…quizás fue la elección de otros. ¡Quién sabe! También esa sensación de alivio y seguridad puede haber sido un espejismo…la verdad es que ya no recuerdo cómo era vivir en la superficie, allí donde los rayos de luz lamían mi cuerpo y calentaban mi corazón, allí donde todo era tan luminoso que dolía mirarlo… Me sumí en una oscuridad desconocida y dí gracias por tenerla.  Este debe ser, pues, mi castigo. ¿No querías oscuridad? ¡Toma oscuridad! Pero ahora ya no me siento a salvo…necesito volver arriba, salir de este pozo negro y sin fin, volver a ver los rayos de luz… Necesito volver al principio y sé que es imposible. Tan imposible como desear que ese precioso jarrón de porcelana que has tirado y roto en mil pedazos vuelva a recomponerse y a ser el mismo que era antes de su caída. Yo soy ese jarrón roto en mil pedazos, supongo, y va a ser complicado que vuelva a reunir todas las piezas que han ido quedando dispersas por ahí… sin embargo, lo intento. Recojo las piezas, por pequeñas que sean, y las coloco delante de mí, esperando ver un patrón que me permita reconstruir el jarrón. Me faltan algunas que sé no encontraré porque alguien las ha robado y tirado a la basura; otras las regalé desinteresadamente pensando que no me servirían de nada, otras se han perdido… Y así sigo buscando un patrón y ese patrón se esconde, yo no puedo verlo en esta maldita oscuridad que se me hace agobiante y me impide pensar con nitidez. Creo que, incluso, noto una humedad creciente…¿podrá ser que la oscuridad también llore?

Es impensable. Imposible. Un punto muerto. Ya me he cansado de intentar reconstruirme. El jarrón no volverá a ser un jarrón porque faltan demasiadas piezas pero, a lo mejor, si me pongo a ello puedo convertir ese jarrón en un bonito cuenco o en una jarra…Algo diferente creado de lo antiguo. Es una idea genial. Noto la esperanza crecer en mi pecho ante la idea de poder dar forma a un nuevo yo, un yo más acorde con mis nuevas sensaciones…quizás ese nuevo yo sí que sea capaz de emerger a la superficie. Abandonar esa oscuridad en la que mi antiguo “yo” se ha hundido arrastrado por mil piedras que le impiden volver. 

Sí, mi nuevo yo saldrá adelante; abandonará el foso en el que me he metido y emergirá a la luz radiante de los rayos. Dejará que el calor de esos rayos acaricie su piel con intensidad, disfrutará con el fuego y aprenderá de los incendios y devastaciones que causará… será capaz de apreciar que la oscuridad no es seguridad, sino la cobardía de quien no quiere enfrentarse al mundo de luz que tenemos delante. Mi nuevo yo será más fuerte, más sensato, más prudente…mi nuevo yo será una mezcla perfecta de oscuridad y luz.

2 comentarios:

  1. ¡Un nuevo yo perfecto! Me ha gustado mucho la manera en la que describes la oscuridad y de la idea de encontrar un mejor valor a partir de trocitos del pasado. ¡Un beso guapa!

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  2. http://elblogdeenone.blogspot.com

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