viernes, 12 de agosto de 2011

© Tamara Díaz
(Reservados todos los derechos)
Suspiré y noté ahogarse en mi pecho un grito mudo,
un llanto escondido en lo más profundo del pecho.
Estaba herida de muerte y tú lo sabías,
sabías que mi corazón se negaba a latir
pero ignoraste mis lágrimas y te marchaste lejos de aquí,
sin mirar atrás, sin una sonrisa que me ayudase a recordar.
Te fuiste, tú que habías sido mi aliento y mi sostén,
te marchaste y ya no quisiste volver.
Y yo me quedé aquí. Quieta, inmóvil, desencajada.
Mi corazón latía descompasado, como quejándose,
y mis ojos, secos ya de lágrimas, miraban la nada,
fijándose quizás en recuerdos que ya no existían.
Una sombra de mí es lo que dejaste atras,
porque mi alma, mi estúpida y torpe alma,
se fue tras de ti, buscando un lugar en tu pecho,
esperando encontrar abrigo en tu recuerdo...
y murió de frío en ese corazón de hielo.
                                                                                                     © Tamara Díaz
                                                                                    (Reservados todos los derechos)

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